Voltaire
-Tenemos que tolerarlas porque cuando un hombre se pone en pie para hablar no podemos saber si es la inteligencia o la locura lo que le mueve; en la duda, escuchamos pacientemente y hasta permitimos hablar a las mujeres. A veces, dos o tres de nuestras devotas se sienten inspiradas al mismo tiempo y entonces sí que la casa del Señor se llena de ruido.
-¿No tenéis sacerdotes? -le pregunté.
-No, amigo mío -replicó el cuáquero--, y nos encontramos muy contentos de ello. No quiera Dios que nos atrevamos a ordenar que alguien reciba al Espíritu Santo los domingos, excluyendo a los demás fieles. Gracias a Dios somos los únicos en el mundo que no tenemos sacerdotes. ¿Querrías tú quitarnos distinción tan honrosa? ¿Por qué razón deberíamos entregar nuestro hijo a una nodriza mercenaria cuando tenemos leche suficiente para alimentarlo? Esas mercenarias dominarían enseguida la casa, sometiendo a madre e hijo. Dios dijo: «Habéis recibido gratuitamente, dad también gratuitamente». Después de una declaración así, ¿podríamos comerciar con el Evangelio, vender el Espíritu Santo y transformar una asamblea de cristianos en una tienda de mercaderes? Nosotros no damos dinero a unos hombres vestidos de negro para que asistan a nuestros pobres, entierren a nuestros muertos y prediquen a los fieles; estos oficios santos nos son demasiado queridos como para dejar que otros los realicen.
-¿Pero cómo podéis saber si es realmente el espíritu de Dios el que inspira vuestros discursos? -insistí.
-Quienquiera que ruegue a Dios para que lo ilumine, quienquiera que anuncie las verdades evangélicas como él las siente, puede estar seguro que es Dios quien lo inspira.
Dicho esto, me abrumó con citas de las Escrituras que demostraban, en su opinión, que no puede haber cristianismo sin revelación inmediata, y añadió estas notables palabras:
-¿Cuando mueves uno de tus miembros es tu propia fuerza quien lo impulsa? No, sin duda, pues a menudo ese miembro tiene movimientos involuntarios. El que creó tu cuerpo es el que anima ese cuerpo de barro. y las ideas que recibe tu alma, ¿eres tú quien las forma? Todavía menos, pues ellas nacen a tu pesar. El creador de tu alma es quien te da tus ideas, pero como le ha dado libertad a tu corazón, da a tu espíritu las ideas que aquél merece. Tú vives en Dios, actúas y piensas en Dios. No tienes más que abrir los ojos a esta luz que ilumina a los hombres; entonces verás la verdad y la harás conocer .
-¡Ah! -exclamé-, esto parece dicho por el padre Malebranche.
-Conozco a tu Malebranche -dijo--. Era un poco cuáquero, pero no lo bastante.
Estas son las cosas más importantes que aprendí sobre la doctrina de los cuáqueros. En la primera carta encontraréis su historia, que seguramente os parecerá todavía más singular que su doctrina.
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