martes, 9 de febrero de 2010

Cartas filosóficas. Séptima carta: Sobre los socinianos o arrianos o antitrinitarios


Voltaire

Existe una pequeña secta formada por eclesiásticos y por algunos seglares muy sabios que no son ni arrianos, ni socinianos, pero que no están de acuerdo con San Atanasio en el capítulo sobre la Trinidad y sostienen netamente que el Padre es superior al Hijo.
¿Os acordáis de aquel obispo ortodoxo que para convencer al emperador de la consubstancialidad tomó al hijo de éste por la barbilla y le tiró de la nariz en presencia de su majestad? El emperador estaba a punto de enfadarse cuando el obispo le dijo estas convincentes palabras:
-Si vuestra majestad se irrita por esta falta de respeto hacia vuestro hijo, ¿cómo creéis que Dios Padre tratará a aquellos que se niegan a dar a Jesucristo los títulos que se le deben?
Las gentes de las que os hablo opinan que el santo obispo fue muy imprudente, que su argumento no era válido y que el emperador debía haberle respondido:
-Sabed que hay dos maneras de faltarme al respeto: la primera no rindiendo los honores debidos a mi hijo; la segunda, rindiéndole tantos como a mí.
Sea como sea, el partido de Arrio comienza a resucitar en Inglaterra al igual que en Holanda y en Polonia. El gran Newton honraba a esta teoría con su preferencia; el filósofo pensaba que los unitarios razonan más geométricamente que nosotros. Pero el más firme patrón de la doctrina arriana es el ilustre doctor Clarke. Este hombre es de una virtud rígida y de dulce carácter, más amante de sus opiniones que apasionado por hacer proselitismo, únicamente ocupado de cálculos y demostraciones, una verdadera máquina de razonar .
Es autor de un libro bastante poco comprendido pero apreciado sobre la existencia de Dios, y de otro bastante más comprensible pero menos preciado sobre la verdad de la religión cristiana.
No quiso meterse en hermosas discusiones escolásticas, llamadas venerables cuentos de viejas por nuestro amigo...; se contentó con reunir en un libro todo los testimonios de los primeros siglos a favor y en contra de los unitarios, dejando al lector el trabajo de contar los votos y de juzgar . El libro le valió muchos partidarios, pero le impidió llegar a arzobispo de Canterbury. Yo creo que el doctor falló en sus cálculos y que más le hubiera valido ser Primado de Inglaterra que sacerdote arriano.
Como podéis ver, en las opiniones hay tantas revoluciones como en los imperios. El partido de Árrio, después de haber conocido el triunfo durante trescientos años y el olvido durante doce siglos, vuelve a resurgir de sus cenizas; pero ha elegido mal momento para reaparecer; todo el mundo está harto de disputas y de sectas. El arrianismo es una secta demasiado pequeña para tener derecho a realizar asambleas públicas; lo conseguirá sin duda si aumenta el número de sus adeptos; pero en la actualidad los sentimientos religiosos están debilitados y con dificultad una religión nueva o renovadora puede lograr éxitos. No deja de ser gracioso pensar que Lutero, Calvino y Zwinglio, escritores ilegibles, hayan fundado sectas que dividen a Europa; que el ignorante Mahoma haya dado una religión a Asia y África; y que, sin embargo, Newton, Clarke, Locke, Le Clerc, etc. , los más grandes filósofos y las mejores plumas de su tiempo, apenas hayan conseguido reunir pequeños grupos de prosélitos, que disminuyen diariamente.
De ahí lo importante que es llegar al mundo en el momento oportuno. Si el cardenal de Retz reapareciera hoy, no reuniría a su alrededor ni a diez mujeres de todo París.
Si Cromwell renaciera, él, que hizo cortar la cabeza a su rey para coronarse soberano, sería un simple mercader de Londres.

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